martes, 6 de noviembre de 2007

Terminator 2: El juicio final

Quiero enfrentarme a uno de los grandes clásicos del cine de acción: Terminator 2.

Sinopsis

Cerca de diez años han trascurrido desde que un Terminator intentara matar a Sarah Connor (Linda Hamilton) y a su futuro hijo, John (Edward Furlong). En 1995, y por segunda vez, un nuevo y casi invencible prototipo, el T-1000 (Robert Patrick), es enviado por el ordenador que controla las máquinas en 2029, Skynet, para resolver la tarea fallida: asesinar a Sarah Connor y a su hijo, John, esta vez adolescente y que en pocos años se convertirá en el líder del principal enemigo de las máquinas: la base humana rebelde. Ésta decide, al mismo tiempo que Skynet, mandar otro Terminator (Arnold Schwarzenegger), de peor calidad que su congénere, que proteja a John. Se establecerá así una apoteósica lucha entre los dos Teminators, ambos programados y diseñados para cumplir, más allá de cualquier obstáculo, su misión.




Crítica

Si ya Terminator 1 sorprendió al público con su bien cuidada historia y sus sorprendentes efectos especiales bajo la tutela, no lo olvidemos, de Industrial Light & Magic, en la segunda parte este mismo aspecto no sólo no defrauda, sino que aumenta muy positivamente la sensación de perfección. En mi opinión, se trata de las pocas secuelas que supera en calidad a su predecesora. Por lo general, siempre que se produce una película como continuación de una exitosa anterior, se corre el riesgo de promocionar y recalcar en ella los puntos fuertes de la original, las mejores ideas, hasta el exceso.

Aquí, en cambio, quedan pulidos los pequeños errores y carencias presentes en Terminator 1. ¿Qué errores? Sin duda, los efectos especiales es uno de ellos. Por algo ganó los cuatro oscars técnicos. Mediante una innovadora técnica, James Cameron logra en Terminator 2 crear un ser, el T-1000, realmente impactante, insólito, con el rostro de un Robert Patrick serio e imponente, que provocó numerosos elogios en su día y supuso un interesante y relevante paso en el campo del diseño informático cara a las películas de acción. Un hombre que se estira, que se transforma físicamente en lo que desea (“menos en objetos punzantes o complejos”), que atraviesa el fuego sin problema alguno… rebasó la imaginación de muchas personas en aquellos primeros años de los noventa. Fue el verdadero inicio de una irrefrenable carrera informática que todavía sigue en expansión, superando muchas predicciones incrédulas a que en el cine de ciencia ficción pudiera reflejarse todo lo que a la imaginación se le ocurriera.

No creo, por otro lado, que las interpretaciones se reduzcan a simples e impertérritos rostros de Terminators, si bien a Schwarzenegger no se le pide más que permanecer en su tiesa faz, y eso se agradece. Linda Hamilton, entrenada físicamente para su papel de dura, y Edward Furlong llegan a la altura de su papel. La trama no sólo se resume en acción (que, por supuesto, es un esencial ingrediente de este filme), pues introduce una ocurrente relación entre el niño y Schwarzenegger, cuando menos sugestiva, atractiva, y plantea un par de conflictos también subrayados a lo largo de la película: el de John Connor en una mezcla de sentimientos —él será el cabecilla de los revolucionarios, y por lo tanto su vida es la que importa, más incluso que la de su madre; no desea la destrucción de su Terminator guardián y sin embargo hay que borrar toda huella que pueda facilitar el despótico auge de los artefactos— y la conflagración de Linda Hamilton contra el Dr. Dyson (quien elaborará en poco tiempo la máquina Skynet) ante las expectativas de ser sometidos en los próximos años por el terrible invento.

Tanto la banda sonora de Brad Fiedel como la ambientación están bien seleccionadas. A los personajes siempre rodea un halo de emoción, de tensión, provocada por la incertidumbre de los movimientos del temible T-1000. Otro aspecto cuidado son las vestimentas. Las gafas oscuras y la ropa de cuero de Schwarzenegger (por no hablar de su moto), la indumentaria policial, nada especial, pero inconfundiblemente característica, del antagonista han conseguido pasar a la historia del cine de acción.

El guión, fabulosamente urdido por Cameron, ata con maestría los cabos. Provoca, de todas formas, un cierto recelo o exasperación el hecho de que se permita no cerrar completamente la intriga y que sea posible, como se hizo hace un par de años, rodar una peor tercera película.

Subyace en el fondo, finalmente, una pregunta que hoy en día no debemos dejar de lado: ¿hasta qué punto dominamos los hombres las máquinas? ¿Es en verdad absurda la ocurrencia de que llegue un momento en que tanta producción tecnológica, tantos intentos por otorgar poderes y capacidades a lo meramente instrumental, sea capaz de oponerse a la voluntad humana? No me atrevo a responder, mas no por la aparente lejanía de la cuestión, sino por ignorancia. En cualquier caso, ésta parece ser la tesis, ahora más actual aún, esbozada por Cameron junto al externo disfraz de los arrolladores acontecimientos.

Ah, el guión entero de la película puede leerse aquí.

1 comentario:

El orejas dijo...

He visto a grandes rasgos las tres películas y nunca me han llamado la atención, quizas porque no trago a Schwarzenegger o porque no soy un gran aficionado al cine de acción, aunque de la manera en que haces la crítica dan ganas de verla